La cachetada de la realidad sanitaria en el Área Metropolitana, con un sistema de salud colapsado y un crecimiento descontrolado de casos fue fundamental para que el Gobierno decidiera un confinamiento más estricto por los próximos nueve días. De esta forma, Axel Kicillof pudo imponer su voluntad y Alberto Fernández terminó inclinándose por su postura más rígida.
A pesar de que el tono belicoso entre el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y el propio Kicillof fue mermando de acuerdo crecían los casos, la relación entre ambos no atraviesa un buen momento. Los diferentes modos (casi antagónicos) de enfrentar la pandemia hicieron que la grieta de la General Paz se ensanchara cada vez más.
En ese marco, desde la provincia, la propuesta siempre fue un cierre total por quince días, contra un pensamiento de CABA mucho más aperturista y reticente a suspender las clases presenciales. Pero las medidas leves que fueron impuestas hace casi un mes desde Nación no surtieron efecto alguno, y eso obligó a que los límites sean más severos.
En esta pulseada entre restricción y apertura, el gobernador bonaerense logró que, con el apoyo de sus pares de otras jurisdicciones, el Presidente decidiera apostar una cuarentena más controlada por los próximos nueve días, con tan solo tres ellos hábiles, para intentar mitigar lo más posible el impacto económico que significará este cierre parcial.
El triunfo político de Kicillof llega en una semana clave, donde el Senado sancionó definitivamente el proyecto que le permite a la Provincia encarar negociaciones y contratos con laboratorios internacionales para la compra de vacunas contra el coronavirus. Anteriormente, la Cámara de Diputados había hecho lo propio, y ahora el Ejecutivo cuanta con una herramienta elemental para combatir al Covid-19.
Ante este escenario de nuevas restricciones, el denominado Grupo Dorrego, integrado por intendentes opositores, no quiso perder pisada en la discusión y elevó una serie de pedidos al gobernador para responder a las necesidades financieras de los bonaerenses. Entre otras cosas, solicitaban medidas de alivio fiscal y el regreso de los ATP para los sectores afectados.
La pandemia no evitó que el costado electoral sea primordial para algunos dirigentes de Juntos por el Cambio, en un año donde las legislativas se convertirán en la plataforma que impulsará los candidatos de cara al 2023. Es por ello que, mediante el operativo desgaste contra el oficialismo, la oposición quiere marcar la cancha y no está dispuesta a ceder al consenso.
En este sentido, haciendo de cuenta que no existe la pandemia, la ex gobernadora, María Eugenia Vidal, se refirió a la arena electoral sin titubear y descartó la posibilidad de competir en la provincia. Contrariamente, confirmó su anhelo de ser presidenta, comenzando su propia campaña y dejando entrever que la interna de JxC será feroz.
Su decisión no obedece solamente a las aspiraciones personales, sino sobre todo a los resabios que quedaron de la contundente derrota que sufrió en 2019 frente a Kicillof, con heridas que todavía no cierran. Entonces, la pregunta pasa por saber: si no es Vidal la cantidad opositora, ¿Quién encabezará las listas?
Lógicamente, la respuesta es una incógnita y es por eso que la pelea puertas adentro de Juntos por el Cambio tiene tanta repercusión política. Larreta intentará colocar a alguien de su riñón y al parecer Diego Santilli será su elegido, pero a la vez el sector más puro encarnado en Patricia Bullrich y Mauricio Macri intentarán imponer a uno de ellos, mientras que los propios integrantes del Grupo Dorrego apuestan a que alguno de los intendentes sea finalmente quien conduzca las ansias opositoras.
(*) Resumen semanal de DixitP.