El Río de la Plata en su gran extensión tiene decenas de recovecos increíbles para conocer, uno de ellos es sin lugar a dudas la Isla Santiago, Partido de Ensenada.
Este lugar es ideal para compartir con amigos o en familia. Llegar hasta ahí en auto, en bicicleta o en moto, puede ser toda una aventura.
En una soleada mañana, cargamos como es habitual el equipo de mate y apuntamos nuestras coordenadas al camino Diagonal 74 que conduce a Punta Lara (Ensenada). Este tramo es una breve muestra del paisaje que nos espera lejos de la urbanización, la vegetación verde y una basta arboleda nos acompañan prácticamente todo el camino, junto al sol que despierta sobre el río.
Apenas nos acercamos a la rotonda de Punta Lara, el Río de la Plata con su amplia costa y su escollera empedrada nos tienta a sentar bases en esta increíble mañana dominguera, pero… tenemos que seguir nuestro camino.
Tomamos la Av. Almirante Brown y prestando mucha atención (lo ideal es configurar el GPS porque la señalización en la zona es limitada), luego de recorrer 6 km aproximadamente, giramos a la izquierda para ir hacia el camino de acceso a la Isla Santiago.
El trayecto se destaca por su intensa y variada vegetación. Disfrutamos del entorno de esta suerte de incipiente “selva”, que afortunadamente tiene el camino asfaltado e iluminado (en caso de que regreses por la noche). Para avanzar hacia nuestro destino, cruzamos el Puente Río Santiago a través del cual pudimos volver a “espiar” al río, que una vez más nos interpela.
Unos kilómetros más adelante, un nuevo punto de referencia nos indica que vamos por “buen camino”, la Escuela Naval Militar A.R.A. Río Santiago se despliega a nuestra derecha, y unos metros más adelante, un desgastado cartel de madera nos da la bienvenida a la Isla Santiago.
Luego de unas pequeñas curvas y contracurvas, tomamos el acceso a la Isla Santiago, una calle bastante angosta, rodeada de vegetación, paralela al Canal Intermedio. A partir de allí comienzan a aparecer “señales de civilización” con construcciones típicas de la zona: casas elevadas del agua, construidas en chapa o madera, embarcaciones “estacionadas” en los jardines, alambrados bajos y tranqueras.
Al final del camino nos recibe con todo su esplendor el Canal Santiago o Río Santiago, a través del cual se puede acceder a la Isla Paulino (que dejaremos pendiente para la próxima aventura).
Ya pispeamos el olorcito a “asado” que proviene de las viviendas aledañas… seguramente más tarde iremos por nuestro almuerzo. Entre tanto, nos ubicamos, mate en mano, a la vera del canal a contemplar el paisaje y disfrutar del aire fresco, mientras algunos veleros inician sus folklóricas hazañas hacia el Río de la Plata, en una mañana apacible y soleada.
Estamos en “otro planeta”, ingresamos al mundo isleño, que sea cual fuera la vera del río en la cual nos encontramos, va a replicar este paisaje una y otra vez. La sencillez, calidad y simpleza de este entorno nos atrapa.
¡Hasta la próxima aventura!
F.M.