La catastrófica escena acontecida en algunos de los puntos que la administración del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires estipuló para aplicar la vacuna a los adultos mayores no hace más que confirmar una gestión desorganizada a la hora de la distribución. Cientos de ancianos haciendo eternas filas, esperando durante horas y sufriendo el calor, dejaron al desnudo un grave error en la gestión.
Los escenarios más conflictivos fueron en el barrio de Boedo y en el Luna Park, donde, postas que desde el Ministerio de Salud de CABA, encabezado por Fernán Quirós, habían dispuesto para que los jubilados pudieran acceder a la primera dosis. Sin embargo, el desorden en las largas colas como así también en el interior de los edificios, encuentra su principio en otras equivocaciones anteriores.
Por un lado, las fallas y constantes caídas del sistema en la página de inscripción en la que todos los porteños debían entrar para registrarse y pedir su turno correspondiente. Esos desperfectos técnicos tuvieron como consecuencia un atraso y, por lo tanto, una acumulación de aspirantes a la vacuna que, desde un principio, le trajo más de un dolor de cabeza al jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta.
Esas irregularidades que se fueron presentando con el transcurrir de los días, se intentó desviar alegando que desde Nación no se enviaba la cantidad necesaria de dosis y que eso demoraba la distribución. No obstante, esas quejas fueron desmentidas por los funcionarios nacionales y hasta incluso por los propios números oficiales, que dan cuenta de un mayor porcentaje de vacunas recibidas en relación a la cantidad de habitantes.
A eso hay que sumarle la privatización en relación a la distribución de las vacunas. Es sabido que, al momento de recibirlas, inmediatamente Rodríguez Larreta en complicidad con Quirós, se las otorgaron a centros de salud privado, obras sociales y prepagas, para que ellos la distribuyeran entre sus afiliados de la forma que consideren más apta. Por lo tanto, ahí se produjo una notable reducción del porcentaje de dosis disponible en el ámbito de la salud pública, privilegiando a aquellos adultos mayores que pueden pagar una mutual por aquellos que no.
Por otro lado, al momento de comenzar a diagramar el reparto y su posterior aplicación en distintos barrios de Capital Federal, desde el PAMI que encabeza Luana Volnovich, le ofrecieron poner a disposición de la Ciudad un total de 10 vacunatorios. Pero, la respuesta del ministro de Salud porteño fue negativa y se limitó a utilizar aquellos centros que ya habían planificado anteriormente. El resultado está a la vista: una organización catastrófica.
La propia titular de la mutual de los jubilados se refirió al caos que se vivió en el Luna Park y manifestó que “probablemente la mitad de las personas que estuvieron ahí sean afiliadas de PAMI, así que la preocupación que tenemos nosotros de que nuestros afiliados vivieron esa situación dramática”, y en una clara crítica a la gestión de Larreta, añadió que “decidieron juntar a miles de adultos mayores como si fuera un recital de rock”.
Sin embargo, teniendo en cuenta este último punto, hasta incluso cabe la posibilidad de no pecar de inocentes y creer que el excesivo desbarajuste no fue propio de una pésima organización, sino que fue planificado con antelación para exhibir la ineficacia del manejo del sector público en la distribución de las vacunas y terminar privatizando el reparto.
El primer intento de ello fue entregar miles de dosis a obras sociales y prepagas que, como se supo semanas atrás, organizaron una especie de aplicación de privilegio para aquellos afiliados adultos mayores. Quienes no pueden abonar una mutual, tuvieron que resistir horas, parados al rayo de sol y hacinados para finalmente recibir la tan ansiada inmunización, protagonizando el final de la crónica de un fracaso anunciado.